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flamenco
El corazón tembloroso de la bailarina debe poner todo en armonía, desde las puntas de sus zapatos hasta el aleteo de sus pestañas, desde el crujir de su vestido hasta el incesante juego de sus dedos. Naufragada en un campo de aire, debe medir líneas, silencios, zigzags y curvas rápidas, con un sexto sentido del aroma y la geometría, sin confundir jamás su terreno. En esto se parece al torero, cuyo corazón debe pegarse al cuello del toro. Ambos se enfrentan al mismo peligro: él, la muerte; y ella, oscuridad.
Federico García Lorca / Poeta, de Alabanza a Antonia Merce
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